“Aprende a tocar la guitarra como Jimi Hendrix en 3 días”, “habla polaco como un nativo en tan solo una semana”, “pierde 20 kilos en dos días”. Estos sugerentes titulares no se corresponden con la realidad. Todos sabemos, pero a veces no recordamos, que la vida es muy diferente a lo que vemos en las películas. No existen recetas mágicas para aprender a tocar un instrumento, para hablar una lengua o para perder un cuarto del peso corporal en menos de una semana. Tampoco se es más inteligente escuchando la sonata K. 448 de Mozart. No obstante, hay que reconocer que resulta tentador. Por eso a veces silenciamos nuestro sentido común y permitimos que esos titulares funcionen.
Cuenta la leyenda que un pastor de la meseta etíope llamado Kaldi observó hace siglos que sus cabras, tras comer las bayas de cierto árbol, no conseguían dormir por la noche. Tras comunicarle su hallazgo al abad del monasterio local, éste último pudo constatar de primera mano un efecto similar. Esta leyenda constituye, según la sabiduría popular, uno de los primeros contactos del humano con el café (National Coffee Association, s. f.).
La tecnología nos facilita la vida, la medicina avanza y cada vez vivimos más (pero no mejor). Las enfermedades neurodegenerativas, asociadas principalmente al envejecimiento, van haciéndose hueco insidiosamente en nuestra sociedad. Vulnerables y desasosegados, las aceptamos sin más remedio como parte natural de la vida, para no desalentarnos ante la inexistencia de una cura.
¿Alguna vez te has preguntado cómo un cigoto, que es la célula resultante de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide, acaba dando…
¿Son las ciudades seres vivos? Nadie pone en duda el hecho de que una planta está tan viva como un insecto o un humano. A pesar de que la definición de ser vivo puede resultar polémica, por lo general se considera que todo ser que posee cierto nivel de organización, un metabolismo, mantiene una homeostasis determinada, es capaz de crecer y reproducirse, responde ante los estímulos y evoluciona (Khan Academy, s.f.). Los niveles de organización son evidentes en el caso de una mosca
Imagina que un ser tan grande como el sol, de un millón de kilómetros de altura, se interesara por el comportamiento humano. Toma como ejemplo un comportamiento simple