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Jajaja

Juan García Ruiz
October 12th, 2022 · 8 min read ·
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En la vida todo es pasajero menos el chófer.

¿Qué es el humor? ¿Por qué nos reímos cuando nos cuentan un chiste? ¿Por qué sentimos algo similar a un cosquilleo en el cerebro cuando escuchamos un juego de palabras? A veces un enunciado corto como el del chófer basta para provocarnos la risa. Sentimos una sensación de recompensa cuando descubrimos nuestro error de razonamiento al pensar que pasajero era un sinónimo de temporal (cuando leímos todo es pasajero…). Basta con terminar la frase (…menos el chófer) para descubrir que pasajero hacía referencia a una persona que viaja. Pero el humor no se limita a los juegos de palabras.

Un investigador inglés, uno francés y otro español se encuentran en un bar, y cuando los primeros se sientan el español les pregunta: ¿qué van a tomar?

A veces, el humor se construye a partir de significados o circunstancias compartidos por un grupo de personas o una comunidad. Como los investigadores españoles que se ven reflejados en el chiste anterior, unidos en su lucha contra la precariedad ibérica en el panorama académico. Este tipo de humor no solo aumenta la cohesión entre estas personas, sino que es una forma elegante y divertida de hacer una crítica social. Y esto es solo un ejemplo más. El humor, en realidad, es difícil de definir porque no tiene límites. Pero no deja de ser curioso que nos riamos, y que seamos una de las únicas especies que se ríen, al menos hasta donde sabemos. Y nos reímos de todo, incluso de nuestras propias caídas. El humor es un misterio.

Matthew es un teórico interesado en la biología y la cognición. Apuesta por la idea de que las emociones son el motor de la cognición, tal y como explica en su libro Inside Jokes (chistes internos) junto con sus coautores: Daniel Dennett y Reginald Adams. En la actualidad, el trabajo de Matthew consiste en entender cómo emergen los comportamientos orientados a objetivos (en inglés goal-directedness).

Juan García Ruiz: ¿Qué te llevó a estudiar la risa?

Matthew M. Hurley: Me di cuenta por primera vez de que debíamos teorizar sobre el humor cuando mi difunto amigo Sasha Chislenko compartió conmigo su propia teoría al respecto. Reflexioné sobre ello durante los dos años siguientes y me di cuenta de que el tema era más importante de lo que imaginamos. El hecho de que disfrutemos tanto del humor, de que en algún lugar de nuestra constitución biológica y psicológica exista una emoción dedicada al mismo, sugiere que se trata de algo realmente importante para nuestra existencia. Nos reímos de los fallos de los demás pero también de los nuestros. Esto me llevó a preguntarme cuál podría ser el origen de este comportamiento. Asistí a una clase de teoría del humor, impartida por Reg Adams, y tuve la oportunidad de intentar responder a la pregunta. Inside Jokes no es más que el resultado del desarrollo posterior de esa respuesta.

JGR: ¿Por qué nos gustan los juegos de palabras? ¿Nos gustan por la misma razón por la que disfrutamos viendo a alguien caer?

MMH: Los juegos de palabras pueden ser tan sólo una fuente de humor accidental. Pero me alegro de que hayas utilizado el término disfrutar en lugar de reírse. No sólo nos reímos de las cosas. Cuando algo es realmente divertido lo disfrutamos profundamente y tenemos un sentimiento de recompensa. La diversión constituye el núcleo de mi trabajo: la teoría de la emoción epistémica. La idea principal es que tenemos una serie de emociones (como la confusión, la duda, y la curiosidad) que cumplen funciones epistémicas en nuestras mentes. En otras palabras, estas emociones nos enseñan a pensar. Nos enseñan a buscar información, a eliminar contradicciones y, de forma general, a mejorar nuestro conocimiento sobre el mundo. Sentimos cierto malestar ante la contradicción. Hay una especie de hambre mental que nos obliga a averiguar cómo funcionan las cosas y sentimos una sensación única cuando conseguimos resolver algo que no estaba resuelto. La alegría que sentimos al llegar a una conclusión acertada o al descubrir un error nos anima a repetir en el futuro el mismo esfuerzo mental que acabamos de hacer.

La mayoría de los juegos de palabras tienden a aprovecharse de este sistema estableciendo situaciones ambiguas que dan lugar a errores de interpretación. Cuando nos encontramos por primera vez con un juego de palabras, nuestra mente interpreta primero que las palabras tienen un significado. Por ejemplo (N. del A.: he cambiado el chiste de la versión original en inglés por un juego de palabras del mismo estilo en español, ya que la traducción literal pierde su sentido):

- Pues mi hijo se puso el producto para los mosquitos y no le picó ninguno.

- ¿El repelente?

- No, el pequeño.

Cuando damos con un juego de palabras de este tipo, nuestro cerebro tiende a seleccionar el significado más probable. Tras mencionar un producto para mosquitos, lo más probable es que repelente haga referencia a dicho producto. Sin embargo cuando escuchamos el enunciado completo descubrimos que hay otro significado posible: repelente como sinónimo de odioso, refiriéndose a uno de los hijos del primer interlocutor.

JGR: ¿Cuál es la esencia del humor?

MMH: No me gusta mucho la palabra esencia para referirme al humor. Aunque mi teoría del humor suene algo esencialista, creo que es un error considerar que el humor tiene una esencia. La satisfacción que obtenemos al resolver un error de razonamiento interactúa ampliamente con el resto de nuestros pensamientos. A veces esta interacción potencia la satisfacción y otras veces la cancela. El humor es por tanto un paisaje en plena evolución.

Para tratar de detallar un poco esta idea, podríamos observar que aunque el propósito principal del humor es descubrir fenómenos naturales de nuestra vida cotidiana, los chistes son sin embargo cosas artificiales que evolucionan y se comparten precisamente para divertir a los demás. Se convierten en una especie de caramelo para la mente. A veces los cómicos rompen tabúes o añaden alguna insinuación sexual que deleita la mente de otras maneras. En nuestra cultura existe este juego en el que tratamos de entretenernos unos a otros aprovechando sistemas de recompensa que estaban destinados a servir otros propósitos. Esto hace que sea muy difícil reducir el humor a una esencia.

JGR: Has explicado que los chistes están relacionados de alguna manera con los errores. Disfrutamos al identificar las equivocaciones. ¿Somos capaces de aprender de nuestro propio razonamiento para evitar errores en el futuro?

MMH: Gran pregunta. Aunque en algunos casos puede ser bastante beneficioso aprender de los errores de razonamiento, no siempre es así. Por ejemplo, en el juego de palabras del repelente, no es útil aprender que en un contexto en el que hay mosquitos, la palabra repelente podría significar odioso, pedante. Esto sería un aprendizaje terrible. Muchas veces sacamos ciertas conclusiones porque son las interpretaciones más probables. Y esa habilidad, en sí misma, nos sirve para el grueso de nuestros razonamientos. Lo que sí que creo que aprendemos del humor es el hábito de pensar con cuidado. La recompensa que obtenemos de los chistes nos enseña a ser pensadores atentos. Esto nos ayuda a reducir los errores en el futuro y a construir nuestro conocimiento con menos impurezas.

JGR: Algunas personas disfrutan con chistes muy estúpidos y otras personas prefieren un humor más elaborado. ¿Cómo dirías que se relacionan el humor y la inteligencia?

MMH: A mí me gusta el humor estúpido y básico, aunque no solo. Me encanta ver a la gente cayéndose, o incluso caerme yo mismo. Me río a menudo de las estupideces más simples de mi vida cotidiana. En mi opinión, este tipo de cosas suelen ser muy divertidas porque la confianza que tenemos en que no cometeremos esos errores se ve socavada por el hecho de que realmente los cometemos.

El humor está definitivamente relacionado con la inteligencia. Tal y como lo he descrito, parece ser un factor que ayuda a crear y mantener el tipo de inteligencia que tenemos. Pero no parece haber una conexión sencilla entre lo intelectual que es el tema de un chiste y lo inteligente que puede ser la persona que lo disfruta. Tal vez parte de la razón sea, como señalé antes, que un chiste bien desarrollado ofrece potencialmente al público contenidos muy diversos, más allá de la parte meramente graciosa. Y sobre gustos no hay nada escrito, ¿verdad?

JGR: ¿Conoces laboratorios que centren su investigación en el humor?

MMH: Algunos laboratorios se centran exclusivamente en el humor y algunos científicos han basado su carrera en ello. Los hay que tratan de elaborar teorías del humor, intentando entender con ellas por qué la gente se ríe o no ante ciertos tipos de estímulos. Algunos laboratorios buscan correlatos neuronales del humor a través de la técnicas como la resonancia magnética funcional, por ejemplo. Sin embargo, no suelo seguir de cerca este tipo de trabajos.

JGR: ¿Es el humor meramente humano?

MMH: Quienes han trabajado con grandes simios dicen tener la clara sensación de que esas criaturas tienen ciertos niveles de humor. Tal vez no sean los únicos. Se han documentado comportamientos similares a la risa en otras especies. Incluso en pingüinos. Pero no me parece convincente que una especie tan diferente de nosotros como los pingüinos tenga la capacidad ni la necesidad de expresar esa alegría interna asociada al humor. Tampoco me parece convincente que en el caso de ser posible, esa comunicación de la alegría suene como la nuestra. Creo que es más probable que lo que se conoce como risa de pingüino se asemeje más al ronroneo de un gato que a nuestra propia risa.

El humor tiene un valor evolutivo importante para cualquier animal que piense mucho. Pero que un posible rasgo tenga potencialmente valor no significa que la evolución haya descubierto todavía cómo desarrollar ese rasgo en un animal determinado. El principal escollo para saber si otras especies tienen humor es que no podemos acceder directamente a los sentimientos de esas especies ni hablar con ellos. Podemos intentar experimentar con situaciones no verbales que nos parezcan graciosas y ver si consiguen alguna reacción inusual en los otros animales, pero aun así será difícil saber si esa reacción está ligada a la alegría, la sorpresa, la confusión o algún otro tipo de percepción.

JGR: Si se coge a una persona después de nacer, se le pone en una habitación aislada de otros seres humanos y se le observa durante años, ¿crees que se verán rastros de humor? ¿Es el humor necesariamente social? ¿Depende del lenguaje?

MMH: De nuevo preguntas excelentes pero difíciles de responder. Yo también me lo he preguntado. De hecho, cuando escribí Inside Jokes, creo que adopté con demasiada firmeza la postura de que la evolución había favorecido el humor directamente. En este momento, sigo pensando que eso podría ser posible, pero estoy mucho más abierto a la idea alternativa de que la evolución construyó un sistema emocional más general que tiene la capacidad de guiarse por la cultura para aprender a atribuir valor a categorías específicas de contenido. En mi opinión, este tema en sí mismo es una importante vía de investigación futura para intentar comprender cómo funcionan nuestras mentes, o cualquier mente.

JGR: ¿Qué es Inside jokes?

MMH: Mi forma de ver Inside Jokes es que utiliza el humor como ejemplo central en la exploración de una noción más general: nuestro pensamiento está dirigido por nuestras emociones. El libro explora la idea de que la razón, a menudo vista como la antítesis de la emoción, es en realidad un resultado de la emoción. Si esperamos entender y quizás construir algún día algo que sea como nosotros, en el sentido de que sea lo suficientemente inteligente como para discutir el lugar que ocupa en el universo, ese algo deberá ser construido desde los cimientos como una máquina emocional.

JGR: ¿Puedes describir en unas pocas palabras tu trabajo actual?

MMH: Durante un tiempo tuve la intención de estudiar los procesos de creatividad. Más concretamente, cómo las emociones podrían fomentar procesos de pensamiento creativo. Tenía un interés especial en determinar cómo podríamos construir modelos computacionales de estos procesos. Sin embargo, al abordar ese trabajo, me vi obstaculizado por preguntas más profundas: en el caso de que construyéramos máquinas de inteligencia artificial, ¿a qué fines se dedicaría esa inteligencia creativa? Así que decidí cambiar de rumbo, hace ya unos diez años, y empecé a estudiar la noción abstracta y subjetiva del comportamiento orientado a objetivos (N. del A.: en inglés goal-directedness): qué es y cómo surge. Espero publicar pronto mi trabajo sobre este tema.

JGR: ¿Tienes algún mensaje general que quiera compartir con los lectores?

MMH: Creo que si algún lector está interesado en el tema de la inteligencia artificial, probablemente haya leído montones de cosas sobre redes neuronales y aprendizaje automático, tal vez proyectos obsoletos que implican procesos de búsqueda. Ahora no es el momento de argumentar en detalle una alternativa, pero quiero decirle al lector que existe alguien por aquí que se interesa bastante seriamente por la inteligencia artificial a nivel teórico, y que sin embargo piensa que muy pocos o ninguno de los temas que se estudian actualmente importan realmente para entender este campo.

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