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No te falta razón (o sí)

Juan García Ruiz
December 21st, 2020 · 8 min read ·
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¿Alguna vez se te han presentado varias opciones y has tomado la peor decisión posible deliberadamente? No estás loco. O sí. Pero no estás solo. Imagina que tienes frente a ti dos juegos de azar: la máquina A te permite ganar una de cada diez veces y la máquina B una de cada cinco veces (pero todavía no lo sabes). Tras jugar varias veces, comienzas a entender que es más probable ganar con la máquina B, por lo que la decisión óptima es jugar únicamente en esta máquina. Sin embargo, se ha comprobado que no es así. Tendemos a priorizar la máquina B, pero de vez en cuando jugamos en la máquina A, por lo que nuestro rendimiento no es del todo óptimo. ¿Se te ocurre una posible explicación? Es posible que sea una estrategia para afrontar una realidad que cambia constantemente. Sabemos que ahora mismo la máquina B nos da mayores beneficios, pero no descartamos la posibilidad de que el patrón cambie en algún momento, por lo que tanteamos la máquina A de vez en cuando. El mundo de la toma de decisiones puede ser complejo y apasionante. Nadie mejor para hablar de este tema que Thomas Boraud, un científico que lleva varias décadas estudiando la forma en que tomamos decisiones.

Thomas Boraud terminó sus estudios de medicina en 1999, y se doctoró en neurociencia en el año 2000, estudiando los ganglios basales y la enfermedad de Parkinson en primates. Tras esto, realizó un postdoc en Israel, en la Universidad Hebrea de Jerusalén. y tras esto consiguió un puesto en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS, sigla en francés) en 2001. Desde 2009, Thomas Boraud es Director de Investigación en el CNRS, y en septiembre de 2020 fue nombrado Director del Instituto de Enfermedades Neurodegenerativas de Bordeaux. Thomas Boraud es experto en el estudio de los ganglios basales y la toma de decisiones, y es autor del libro How the brain makes decisions.

Juan García Ruiz: ¿En qué consiste su investigación actual?

Thomas Boraud: Estudio los circuitos implicados en la toma de decisión. Mi objetivo es entender cómo las decisiones emergen a partir de la complejidad de las redes neuronales. Para ello, utilizo un enfoque que combina la modelización teórica con técnicas de electrofisiología y estudios de comportamiento. Además, mis investigaciones se centran en el aspecto filogenético de la toma de decisiones: cómo ha evolucionado este proceso, cómo toman decisiones diferentes especies, y cómo el desarrollo de las redes corticales afecta a la forma en que los animales deciden.

JGR: ¿Pueden los animales enseñarnos algo acerca de cómo tomamos decisiones?

TB: En nuestro laboratorio nos centramos en tomas de decisiones más bien simples, que no requieren una gran capacidad de anticipación. Los modelos animales nos permiten estudiar aquellos componentes en la toma de decisión compartidos por numerosas especies a lo largo de la evolución. Los principales sustratos neurobiológicos de la toma de decisiones son el córtex, los ganglios basales y el tálamo. El córtex está mucho más desarrollado en el cerebro humano que en otras especies, pero compartimos con otras especies las otras regiones. Existe cierta homología en los circuitos cerebrales entre humanos y vertebrados más simples. Por lo tanto sí, podemos aprender sobre la toma de decisiones con animales, pero hay que ser prudentes a la hora de generalizar los resultados de este tipo de investigación. No se puede extrapolar lo que aprendemos sobre decisiones simples a decisiones que requieren un mayor grado de deliberación.

JGR: Ha mencionado que el desarrollo del cortex es una de las características que separan al ser humano del resto de los animales. He leído en su tribuna del periódico Libération que el papel del córtex en la toma de decisiones se relaciona con los automatismos en nuestra toma de decisiones. Sin embargo, yo habría pensado que si el córtex es lo que distingue al ser humano, entonces estaría más relacionado con las decisiones más complejas que requieren más deliberación, en lugar de con procesos más automatizados.

TB: Precisamente esto es lo novedoso y contraintuitivo. Hay una tendencia muy arraigada a creer que el córtex nos permite tomar decisiones que requieren un alto grado de reflexión. Hay varias razones que pueden explicar esto. Entre ellas, una interpretación antropocéntrica. Dado que el ser humano está dotado de un córtex muy desarrollado, por definición esto es lo que nos permite tomar decisiones muy complejas. Resulta que es justo lo contrario. Los automatismos adquiridos tras un aprendizaje, por ejemplo el evitar riesgos a toda costa en la toma de decisiones, son controlados por el córtex.

Este ha sido, quizá, mi descubrimiento más sorprendente. Para adquirir automatismos, es necesario poseer estructuras subcorticales que nos permiten aprender. Pero una vez que se ha adquirido el automatismo, el córtex puede desenvolverse solo sin el resto de las estructuras.

JGR: Leyendo sus publicaciones es posible leer entre líneas que el ser humano es menos racional de lo que pensamos cuando toma decisiones. ¿Se te ocurre un ejemplo?

TB: Se me ocurre un ejemplo de un estudio que ha sido repetido numerosas veces y ha mostrado unos resultados estables y muy curiosos. El objetivo del experimento es comprender nuestra forma de tomar decisiones a la hora de votar. Para ello, los investigadores presentaron a los sujetos fotos de los candidatos. Utilizaron fotos de candidatos reales, pero para unas elecciones locales, por lo que sus caras no eran conocidas públicamente. Los sujetos debían valorar las fotografías en función del grado de simpatía que les atribuían a los candidatos, únicamente a partir de la imagen, sin otro tipo de información. Cuando compararon los resultados de las elecciones con los resultados de estos prejuicios encontraron una correlación elevada. Por ejemplo, si el candidato A fue percibido como más simpático por el 65% de los sujetos, consiguió un porcentaje similar de votos en las elecciones locales. Se trata solo de un estudio correlativo. Pero ha sido repetido en múltiples contextos y los resultados son siempre similares. Esto dice bastante sobre nuestra forma de tomar decisiones, y pone de manifiesto lo vulnerables que podemos ser ante manipulaciones en el ámbito de la política.

JGR: Mis padres siempre cuentan que no hace demasiado tiempo las cosas eran así: cierto día y a cierta hora emitían una película en un canal de la televisión, y fuera la que fuera, la noche de cine era inamovible. Hoy las cosas son diferentes: cualquier día y a cualquier hora tenemos acceso a millones de películas, y es posible que pasemos tanto tiempo para elegir que al final no veamos ninguna (me ha ocurrido). Para bien o para mal, nuestras posibilidades se han visto multiplicadas. He leído en alguna parte que usted piensa que una de las razones por las que el ser humano es irracional en su toma de decisiones es la incapacidad de tener en cuenta la totalidad de factores que intervienen en una situación. ¿Cree que nuestra toma de decisiones se hace cada vez más difícil?

TB: Está claro que hay demasiada información. El desarrollo de la tecnología aumenta las posibilidades de elección, el desarrollo de la medicina aumenta la cantidad de información que hay que considerar en el ámbito de la salud. En definitiva, las cosas se vuelven más complicadas. Sin embargo, soy optimista y pienso que al mismo tiempo que la tecnología multiplica las posibilidades, también nos dota de herramientas para hacer frente a las mismas. Por ejemplo, ya existen sistema de inteligencia artificial que se aplican en la industria o la medicina que nos permiten simplificar la realidad y nos facilitan la toma de decisiones. Por lo tanto, después de todo no creo que la toma de decisiones sea más difícil.

JGR: ¿Qué le han enseñado sus años de experiencia en la investigación?

TB: Algo que he aprendido con los años y me fascina es la capacidad de nuestro sistema de ciencias para responder a nuevos desafíos. Lo que ha ocurrido durante la pandemia es alentador: descubrimos el virus hace un año, identificamos el agente patógeno, encontramos métodos para luchar de forma más eficaz contra él (reduciendo por ejemplo la tasa de mortalidad) y ya hemos desarrollado varias vacunas. La crisis es inquietante, puesto que nos recuerda que estamos a la merced de la naturaleza, pero también somos capaces de movilizarnos y responder a nuevos retos a una gran velocidad.

JGR: ¿Por qué es importante para la sociedad el estudio de la toma de decisiones?

TB: Por una parte, entender como tomamos decisiones nos permite comprender la forma en que nos comportamos dentro de la sociedad. Nuestros sistemas nos consideran como animales racionales en nuestras decisiones. El hecho de saber que no lo somos nos permite comprender mejor nuestros sistemas políticos y económicos. Además, nuestra capacidad de tomar decisiones se ve afectada en ciertas patologías como el Parkinson, Alzheimer o la adicción, por lo que estos estudios pueden tener un interés especial en el ámbito de la salud.

Por otra parte, entender mejor el mundo es en sí una finalidad. La investigación no tiene por qué tener un interés societal directo. Siempre tratamos de encontrar justificaciones para lo que se investiga en medicina, mientras que aceptamos sin más las investigaciones en el ámbito de la astrofísica. Por último, me gustaría añadir que la neurociencia nos permite responder a un número limitado de preguntas. Hace cuarenta años, lo interpretábamos todo basándonos en la genética. Hoy en día hay una tendencia generalizada a interpretar la sociedad basándose en la neurociencia, lo que se conoce como neuroesencialismo. Por ejemplo, en Francia hay un neurocientífico en el Ministerio de Educación encargado de diseñar los programas educativos. Creo que esto es demasiado, la neurociencia no puede responder a todas las preguntas de la sociedad.

JGR: Echándole a un ojo a sus publicaciones, he visto que ha publicado bastante sobre el impacto de las publicaciones científicas en la prensa nacional. ¿Qué puede contarnos sobre este tema?

TB: Los científicos se cuestionan a sí mismos y son cuestionados por los demás sobre la utilidad de lo que investigan para el resto de la sociedad. Esto empezó a interesarme con el tema de la hiperactividad. Me di cuenta de que lo que se publicaba en la prensa no se correspondía con lo que se publicaba en los artículos científicos, había incoherencias. Los científicos siempre culpan a los periodistas, y se justifican aludiendo a que estos no siempre entienden sus resultados. Sin embargo hemos demostrado que los científicos tienen parte de la culpa. Dada la presión a la que son sometidos los investigadores para conseguir financiación, estos se ven obligados a justificar la importancia de sus proyectos de cara a la sociedad. Uno de los métodos es mediante la prensa, aprovechando el peso mediático para dar a conocer sus resultados. No obstante, algunos científicos aprovechan estas intervenciones para exagerar sus resultados de tal forma que resulten más interesantes para los lectores, con el objetivo de facilitar de alguna forma la recaudación de financiación. Como consecuencia, este tipo de resultados sobreinterpretados que se publican en ciertos medios tienen una reproductibilidad muy baja. Este es para mí el lado oscuro de la ciencia.

JGR: Hace tan solo unas semanas publicó How the brain makes decisions, la traducción al inglés de su primera obra (Matière à décision, 2015). ¿Puede darle a los lectores un adelanto?

TB: Bueno, éste no es el primer libro sobre la toma de decisiones. Si hay algo diferente en el mío, creo que es el enfoque. Muchos de los libros se basan en la psicología fundamental, definen la toma de decisiones, la descomponen y luego buscan los detalles en el cerebro. En mi libro parto del funcionamiento del sistema nervioso, y avanzo sintetizando hacia lo más general, hacia la toma de decisiones.

JGR: Un mensaje para las jóvenes generaciones de investigadores que le gustaría compartir.

TB: La crisis sanitaria que estamos viviendo es una oportunidad para revivir la pasión por la ciencia. Si no os rendís, conseguiréis lo que os propongáis.

Boraud, T. (2015). Cogitez si vous voulez, les décisions sont irrationnelles. Libération. Fuente

Boraud, T. (2020). How the Brain Makes Decisions. Oxford University Press, USA.

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