Se necesita toda una vida para reconciliar las dos partes de un corazón dividido entre las letras y las ciencias. Fascinado por los grandes narradores de la talla de Roald Dahl, por la imaginación y el preciosismo de la escritura de Isaac Asimov, y por el alcance semántico de las metáforas de Julio Cortázar, trato de escribir artículos comprensibles por todo el mundo y cuya lectura sea lo más agradable posible. La complejidad de los temas tratados exige una toma de perspectiva, que en mi caso ha sido construida bajo el prisma de mi formación universitaria en psicología y bioquímica, con el rigor y la fundamentación que exigen ambas disciplinas.
En el estudio del comportamiento humano, es inevitable pasar por experiencias in vitro, o estudios con células, tejidos u órganos. Incluso a veces es necesario pasar por modelos computacionales. La neurociencia puede tener numerosas ramificaciones que abordan diferentes aspectos de la conducta.
Tal vez la única diferencia entre las demás personas y yo es que yo siempre exigí más de la puesta de sol. Colores más espectaculares cuando el sol llega al horizonte. Tal vez ese sea mi único pecado.
Los humanos somos capaces de proyectar nuestro futuro y tomar decisiones en función del mismo. A (casi) nadie se le ocurre beberse un vaso de lejía para empezar el día con fuerzas ya que (casi) todos sabemos que es una idea estúpida. Aunque no la hayamos probado, somos capaces de imaginar los resultados futuros tras ingerir esta sustancia. En el caso de la adicción, algunas personas mantienen ciertos comportamientos a pesar de que éstos producen claros efectos adversos.
¿Alguna vez se te han presentado varias opciones y has tomado la peor decisión posible deliberadamente? No estás loco. O sí. Pero no estás solo. Imagina que tienes frente a ti dos juegos de azar: la máquina A te permite ganar una de cada diez veces y la máquina B una de cada cinco veces (pero todavía no lo sabes). Tras jugar varias veces, comienzas a entender que es más probable ganar con la máquina B, por lo que la decisión óptima es jugar únicamente en esta máquina.
A nuestro organismo le gusta la ley del mínimo esfuerzo. Nuestro cerebro no es una excepción. Por ejemplo, cuando procesamos la información de nuestro entorno, nuestras neuronas se hablan entre ellas y se envían mensajes específicos. Pero cada vez que nos exponemos a una misma información, nuestras neuronas no empiezan de cero, esto sería demasiado caro energéticamente.
¿Es posible recordar algo sin haberlo memorizado conscientemente? Por ejemplo, ¿podemos recordar los sonidos o las imágenes de un anuncio publicitario sin procesarlos conscientemente? Antes de responder, es importante entender lo que es la memoria de trabajo.