Los humanos somos capaces de proyectar nuestro futuro y tomar decisiones en función del mismo. A (casi) nadie se le ocurre beberse un vaso de lejía para empezar el día con fuerzas ya que (casi) todos sabemos que es una idea estúpida. Aunque no la hayamos probado, somos capaces de imaginar los resultados futuros tras ingerir esta sustancia. En el caso de la adicción, algunas personas mantienen ciertos comportamientos a pesar de que éstos producen claros efectos adversos.
¿Alguna vez se te han presentado varias opciones y has tomado la peor decisión posible deliberadamente? No estás loco. O sí. Pero no estás solo. Imagina que tienes frente a ti dos juegos de azar: la máquina A te permite ganar una de cada diez veces y la máquina B una de cada cinco veces (pero todavía no lo sabes). Tras jugar varias veces, comienzas a entender que es más probable ganar con la máquina B, por lo que la decisión óptima es jugar únicamente en esta máquina.
A nuestro organismo le gusta la ley del mínimo esfuerzo. Nuestro cerebro no es una excepción. Por ejemplo, cuando procesamos la información de nuestro entorno, nuestras neuronas se hablan entre ellas y se envían mensajes específicos. Pero cada vez que nos exponemos a una misma información, nuestras neuronas no empiezan de cero, esto sería demasiado caro energéticamente.
¿Es posible recordar algo sin haberlo memorizado conscientemente? Por ejemplo, ¿podemos recordar los sonidos o las imágenes de un anuncio publicitario sin procesarlos conscientemente? Antes de responder, es importante entender lo que es la memoria de trabajo.
Nuestra memoria es nuestra identidad, nuestra historia. ¿Qué queda de nosotros cuando no recordamos? La memoria, un concepto con el que todos estamos familiarizados, no deja de ser un misterio para la comunidad científica.
Empecemos con un pequeño ejercicio de razonamiento. Un viernes del mes de agosto. Un amigo me llama y me propone ir a la playa al día siguiente. Es verano y la probabilidad de precipitación es baja. No obstante, estamos en Burdeos así que nunca se sabe. Contesto que me apuntaré si hace buen tiempo. El sábado, mi amigo y yo estamos en la playa. ¿Hace buen tiempo? Veamos qué nos dice la lógica.